
12 Jul Una historia lituana #4
Igual que una cadena humana unió las tres capitales de los países bálticos el 23 de agosto de 1989, nosotros, nos disponemos hacer lo mismo en autostop.
Sorpresas, curiosidades, historia y mucha paciencia son las palabras que definen estos dos días.
Todo empieza devolviendo las llaves de casa a Austra, un último adiós pero con la sensación que no será la última vez que me despida de ella.
Vilna es el destino para hoy. Si me preguntas hace dos días cual es la capital de Lituania, agacho la cabeza y digo vergonzosamente un no sé.
Pero me han hablado tan bien de ella que no podíamos dejarla escapar. ¡Hay que visitarla!
Una última recomendación de Austra para ir a un buen lugar donde empezar con el dedo, dos carteles, ésta vez sin ninguna frase, ya que el fracaso del último día nos dijo que no lo hiciéramos.
Con toda la teoría aprendida, nos disponemos a hacer la parte práctica.
Poco después de poner las calles ya estábamos nosotros en una parada de bus. Si de un examen se tratara, el primer día de autostop fue fácil, pero el día de hoy no aprobaría nadie.
Calculo que fue poco más de una hora cuando un coche al que le quedaba una semana para ir al desguace se para delante de nosotros.
– Voy a Bauska – nos dice
Y nosotros, sin saber que era ni donde estaba, cogimos las mochilas y allí que fuimos.
Y menos mal que fuimos, porque sino, no habría visitado esta pequeña ciudad de paso. Cierto que la ciudad no la llegué a conocer, pero la parada de bus donde nos dejó, nos hicimos amigos íntimos de ella.
¡Dos horas! Dos horas con la parada y con el dedo levantado. 120 minutos en los cuales pasaron muchas cosas.
La más importante, que teníamos lugar donde poner el saco de dormir por la noche.
Paradojas del viaje, no sabemos si vamos a llegar pero sí sabemos que tenemos donde dormir.
Y lo segundo fue menos importante, pero hicimos un amigo en la autostopista que viajaba por Letonia con una mochila, una tienda de campaña y un par de cervezas encima.
Menos mal que cuando paró el segundo coche del día, nuestro amigo nos dejó para seguir su camino a pie.
Coche, choche no era, yo más bien diría que era un autocar de nueve plazas. Había tanto espacio libre que Carmen volvió aprovechar para hacer la siesta del día.
Me sabe mal no saber el nombre de las personas que nos ayudan a realizar el viaje, que mínimo que aprenderte una palabra a cambio de un gran favor para nosotros. Pero yo no sé letón y ellos no saben inglés, no puedo hacer nada.
Con una música que daba dolor de cabeza cruzamos una nueva frontera hasta Lituania. Concretamente hasta Panevezys.
Con lo que cuesta pasar fronteras en otros lugares del mundo y lo simple que se hace aquí. Ni un paso fronterizo, ni revisión de pasaporte, ni policía, ¡nada!.
Solo un cartel indica que ya estas en un nuevo país. Así de simple, así de fácil.
Le estaré siempre agradecido que parara su coche después de la casi desesperación de estar dos horas de pie. Pero nos dejó en un lugar remoto, un lugar abandonado.
Imagínate un área de servicio de una autopista, una autopista donde cada 15 segundos pasa un coche a 120km/h.
Ahora, piensa que estas en Lituania, cerca de ningún lado y con un cartón que pone el nombre de un lugar que esta a 157km.
¿Qué probabilidad hay de que un conductor a 120 km/h lea un cartel de 20cm. de alto por 30cm. de largo y que coincida con su destino?
20 metros caminados por el arcén de la autopista buscando un carril de aceleración cuando un Ford Fiesta blanco pasa de 100 a 0 km/h en 4 segundos para detenerse como un milagro delante de nosotros.
No me lo podía creer, el lugar donde nunca había pensado que alguien podía parar, ni siquiera pensábamos que fuera posible y solo después de dar pocos pasos.
Nuestro milagro se llama Mario, un músico que viaja por los países Bálticos dando conciertos.
Con tantas horas de coche y sin poder hablar con nadie nosotros fuimos su diversión al aburrimiento.
Hablando y hablando llegó a la conclusión que Vilna era una ciudad cada vez más turística donde todo era y estaba siendo preparado para los extranjeros.
Se desvió de nuestro destino para enseñarnos la verdadera Lituania, la que no sale en las fotos, los pequeños pueblos que viven de la agricultura.
Nos estuvo explicando que la llegada del Euro hace solamente tres años había traído mas pobreza que riqueza.
Los precios habían aumentado tres veces mas, mientras que los sueldos eran prácticamente iguales, una media de 500 euros al mes.
Hablamos de todo, en la religión, Lituania fue el ultimo país de Europa en convertirse al cristianismo, por eso la falta de iglesias góticas.
El símbolo de Vilna es un lobo porque según cuenta la leyenda apareció aullando encima de una colina y esa fue la señal que utilizaron los primeros pobladores para empezar a construir la ciudad.
Si hace unas líneas atrás no sabia nada de la ciudad ni del país, ahora podría dedicarme a hacer visitas guiadas.
Hablamos de todo menos de un tema que desde que empezó el viaje tenia la sensación de que nadie quería hablar: la Segunda Guerra Mundial y la posterior etapa soviética.
Concretamente, los lituanos ayudaron a los alemanes con el exterminio judío, solamente en la ciudad de Vilna fueron mas 70.000 judíos asesinados.
Posteriormente, el ejercito rojo volvió a conquistar el país empezando la etapa Soviética y terminando finalmente con La Independencia en 1991.
¿Porqué nadie habla de esto? Pero la respuesta vino después.
Ahora seguimos en un coche destino Vilna, bueno, destino al estudio de grabación situado en un barrio llamado Uzupis.
De momento el lugar más curioso del viaje. Seguramente la historia del barrio no la acabé de entender muy bien porque es difícil de creer.
Mario nos contó que el alcalde cedió el barrio a un conjunto de artistas para que lo rehabilitaran y le dieran vida.
Una cosa dió a otra y decidieron hacer del barrio una Republica Independiente, La Republica Independiente de Uzupis.
Con moneda propia, ejército, bandera e incluso una constitución. Una constitución con derechos como:
– Todo el mundo tiene derecho a no hacer nada
– Los perros tienen derecho a comportarse como tal
– (etc.)
Un lugar peculiar donde bohemios se juntas con turistas y las esculturas y pinturas conviven con edificios modernos.
Nos despedimos de Studio Maruko (nombre artístico en Facebook) y salimos de la ciudad hasta la casa de nuestra couchsurfing.
Lo bueno de cuando vivía con mis padres es que siempre tenía la comida en la mesa cuando llegaba a casa.
Pero quién me iba a decir que me pasaría lo mismo haciendo couchsurfing.
Virginija, es una madre de 5 hijos con dos nietos que vive sola en un apartamento a las afueras de la ciudad de Vilna.
Por desgracia hace dos años que se quedo viuda y para, yo creo, hacer mas amena la soledad, acoge personas en el sofá de su casa.
60 años de vida llenos de experiencias, historias y un muy buen gusto para la cocina. No soy mucho de hacer fotos a la comida, pero creo que esta ocasión lo merece.
Después de intercambiar frases llega la pregunta que quizá no debería haber hecho.
– ¿Recomiendas visitar el museo de la KGB de Vilna?
A lo que Virginija contestó contundentemente, ¿te gusta la tragedia?
Ella nos contó que cuando visitó el museo no paró de llorar, su suegro había muerto en Siberia enviado por el ejercito rojo y su cuñado había vivido muchos años allí, lejos de su familia.
La voz entrecortada de sus palabras me dijo que no preguntara más.
Pero en ese momento entendí porque nadie habla del tema.
Y es que a mi me parecían cosas del pasado, cosas que solo aparecen en los libros de texto.
Pero eso no es así, seguro que todas las personas que hemos conocido durante este tramo de viaje, han tenido algún familiar cercano que ha sufrido las causas de una guerra.
Para que recordar si quiero olvidar.
Poco a poco el pasado de los países Bálticos se irá olvidando. Yo creo que la entrada en el Euro a la larga le será beneficiosa y que la riqueza económica paso a paso, año a año, irá creciendo. Pero de momento, mejor no hablar del pasado.
Con las personas hay que ser agradecido y con las que te tratan bien aun más. Pero tengo que escribir que con Virginija tengo una asignatura pendiente.
El couchsurfing no solamente trata de quedarse a dormir en una casa, consiste en un intercambio de culturas, costumbres y conocimientos.
Teníamos planeado preparar una última cena de agradecimiento por todo, pero yo pocas veces he visto caer tanta lluvia. Imágenes que solo había visto a través de la televisión se convertían en realidad.
Pero ella sabe que cada vez que visite España, allí tendrá un lugar donde contarnos una nueva historia, porque de aquí nosotros nos llevamos una lección de vida.
El viaje sigue, ahora toca cerrar una pequeña etapa en los países bálticos y dar el salto a Polonia.
Varsovia, su capital, el próximo destino. 500km de distancia, está difícil llegar en un día pero lo imposible sería no intentarlo.
Sinceramente lo que más me preocupa de Polonia es el dinero, ya que el euro todavía no forma parte de sus vidas y llegar a un lugar sin saber cuando, ni donde y sin dinero útil me preocupa… pero eso es otra historia.
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