
30 Jul Una casa belga #11
Que difícil es hablar de Ámsterdam, una ciudad pequeña y grande a la vez, igual pero toda diferente, con turistas y no turistas, bicicletas hay muchas y coches los justos.
Seguramente no será la ciudad más bonita que hemos visitado, pero Ámsterdam atrae.
Durante nuestra visita estuvimos alojados en casa de Arantxa y su increíble familia.
Bueno, Arantxa y yo también somos familia. Mi abuela y su abuela eran primas hermanas, así que haciendo cálculos, yo creo que somos primos terceros o cuartos, pero eso es lo de menos.
Lo que de verdad hay que decir es gracias. Gracias por dejarnos estar en vuestra casa, gracias por enseñarnos tanto de tantas cosas y gracias por formar parte de este viaje.
Parece que el fin del viaje se ve a lo lejos, entre las montañas, aunque ahora lo primero que vemos es la lluvia que tapa la posibilidad de ir a Amberes.
Mientras esperamos que las nubes nos den una tregua, aprovechamos para pensar.
Pensamos en que nosotros estamos bien, pero… ¿Cómo saben los demás que estamos bien?
Hoy empezamos el día en una entrada a la autopista, donde en muy poco tiempo ya estábamos subidos en el Opel de Matthew.
De él no tengo mucho que escribir pero de Alan sí.
Segundo viaje del día, Alan y su furgoneta.
Unos 50 kilómetros de los cuales más de la mitad los condujo sin manos, con las rodillas.
Yo creo que ha hecho tantos kilómetros en un vehículo que ha logrado aprender a conducir con otras partes del cuerpo para tener las manos libres y poder hacer diversas cosas a la vez, como por ejemplo, fumar, escribir en el móvil y conducir, todo al mismo tiempo.
Siempre me acordaré de sus frases:
-“Yo iba de Rotterdam a Barcelona en diez horas hasta que pusieron radares”
-“Holanda es mejor que España, pero aquí llueve mucho”
Lo importante es lo buena persona que es y que fue con nosotros, se desvió de su destino para dejarnos en un buen lugar.
Allí bajo la lluvia paró el primer Mercedes del viaje. No debería sorprenderme por la marca de los coches que paran, pero no se, no decido que cosas me sorprenden y cuales no.
Pero otra cosa que me llamó la atención es que llevaban el aire acondicionado e iban en manga corta, una cosa normal si no hubieran 19ºC en el exterior.
De Holanda me llevo muy buen recuerdo, pero sobretodo tengo buenos recuerdos de su gente. Personas amables, simpáticas, agradables… Muchas personas, mientras hacíamos autostop se paraban a decirnos perdón por no poder llevarnos.
Pequeños detalles, pero a veces en las pequeñas cosas esta la diferencia.
Ahora estamos en la última estación de servicio del país. Mike y Vanka van a Amberes y nosotros con ellos.
Últimos 30 kilómetros para llegar al destino.
He llegado a la conclusión que nos pasan tantas cosas al final del día que mantener informados a la familia y amigos en cada momento es imposible.
Por eso, si no decimos nada, es que estamos bien.
Amberes es una ciudad preciosa, la pena es que estuvimos poco tiempo. En la única noche que estuvimos, nos alojó Eva y su pequeño apartamento a las afueras.
Es una pena no tener una foto con ella, pero estuvimos tan entretenidos que se me olvidó hacerla.
Bélgica es un país pequeño pero con una gran cantidad de ciudades por conocer, Bruselas, Brujas o Gante son un ejemplo de ello, no sé si conoceremos todas en este viaje pero al menos Bruselas si la vamos a visitar.
De la capital belga hay muchas cosas que escribir y ver, pero como siempre me quedo con las menos turísticas.
La primera es el gran bar Delirium, yo nunca lo había escuchado, pero todo el mundo nos lo recomendaba, y si más de una persona te lo recomienda tienes que ir.
Delirium tiene el Record Guiness por ser el bar con más tipos de cervezas diferentes del mundo, unas 3mil.
Así que ahora solo nos quedan 2.998 por probar.
La segunda es nuestra couchsurfer, contra todo pronostico Shereen aceptó nuestra propuesta y nos alojó en su apartamento en el centro de la ciudad.
Nunca describo las casas donde dormimos porque el lugar es lo de menos pero ésta merece una mención especial.
Sheeran vive en el centro de la ciudad, es una casa muy antigua, cinco pisos sin ascensor más una azotea.
Pues ella vive en la azotea, en los diez metros cuadrados mejor aprovechados del mundo, pero lo importante es como llegar hasta allí.
La entrada es el típico portal estrecho el cual parece que está abandonado, cinco pisos con una escalera de caracol y una barandilla de madera sujetada por hierros pintados de negro.
A medida que vas subiendo vas viendo las ventanas enrejadas junto con el color “blanco” de las paredes.
El lugar no daba mucha confianza que digamos, pero cuando llegamos al quinto piso llegó la sorpresa.
En una esquina al fondo del pasillo, justo detrás de un colchón viejo, había una escalera de madera y una cuerda.
Las escaleras son tan verticales que yo diría que se pueden considerar como una rampa con relieves.
Lastima que no pudiera grabar la escena de nosotros dos subiendo por esos estrechos escalones con las mochilas de 10 kilos en la espalda y alucinando por lo que habíamos visto y sin saber lo que nos quedaba por ver.
Alucinante. Arriba del todo una pequeña azotea con una cama y dos estanterías junto con una mesa desde donde escribo estas últimas líneas.
Mañana nos acercaremos a Gante, seguimos teniendo dudas si pasar un día por Brujas o empezar la recta final de esta increíble aventura.
Los días que nos quedan ya se cuentan con los dedos de las manos, pero las aventuras, historias y anécdotas todavía dan para escribir muchas líneas más.
Aunque quizá, la próxima vez será desde otro país.
Pero recuerda, si no decimos nada, es que estamos bien.
Adriana
Posted at 17:17h, 01 agostoA mi personalmente no me gusto Brujas, solo un bar atendido por un holandés que había trabajado en Lloret de Mar del que guardo un buen recuerdo