
16 Jul Inténtalo Cracovia #6
Porque hayamos hecho tres veces autostop y nos hayan parado ocho coches y un camión, tampoco somos unos expertos en la materia. Al contrario, sé que todavía nos quedan muchas cosas que ver y que vivir.
Pero si durante esas tres veces lo máximo que hemos tardado en que una persona nos invite a su coche ha sido de dos horas sin tener, de momento, ni una mala experiencia.
Me pregunto: ¿Por qué la gente no viaja en autostop?.
¿Por miedo? ¿Pero miedo a qué? ¿A tener un accidente? Puede pasar, pero puede pasar aquí o en cualquier lugar al que vayas en coche.
¿Miedo a que te roben? ¿Si tu fueras un ladrón robarías una mochila llena ropa? Yo creo que en Barcelona hay más probabilidades de que te roben la cartera o el móvil que haciendo dedo.
Antes de comenzar la aventura yo pensaba en todas estas preguntas, pero poco a poco el viaje me enseña a cambiar mi forma de ver las cosas.
Estás en Varsovia y te propones visitar la ciudad de Cracovia, para ello haces autostop hasta que un coche se detiene unos metros detrás de ti y mientras te acercas se baja la ventanilla del copiloto y lo primero que ves es a un niño de diez años.
Te aseguro que todos esos miedos desaparecen y lo único que te preocupa es el siguiente lugar donde hacer autostop.
Noventa kilómetros sin preocupaciones en los cuales te atreves a sacar el portátil y empezar a relatar esta historia.
Noventa kilómetros hasta Radom, una pequeña ciudad entre la capital y Cracovia, perfecta para volver a levantar el dedo.
Me sigo preguntando si la gente no viaja en autostop porque no tiene tiempo.
Todos los días retraso la alarma diez minutos, seguro que he estado más de diez minutos haciendo cola en un supermercado o viendo diez minutos de anuncios en televisión y 10 minutos son los que tardó Bokarev en detener su Renault delante de nosotros.
Bokarev había hecho autostop de joven y cuando nos vio, no dudó ni un segundo en acercarnos un poco más hasta Cracovia.
¿Y por dinero? El autostop es gratis, por dinero imposible. Aunque no me importaría dar una propina en casos como Martins.
104 kilómetros en reserva. Yo cada vez que veía una gasolinera me alegraba hasta que pasaba de largo y otra vez a preocuparme.
Martins, otro chico que había hecho autostop de joven nos llevó hasta la ribera del Vístula, donde alrededor de la colina de Wawel se creó la ciudad de Cracovia.
Dándole muchas vueltas, llegué a la conclusión que la gente no viaja en autostop por desconocimiento.
Si yo no sé una cosa, no la puedo hacer. Si no sé que se puede viajar levantando un dedo, no lo voy hacer.
Un puñado de kilómetros, 11 coches, un camión y cuatro países después yo creo que si se puede.
No soy ni quiero ser un predicador del autostop, pero si nuestra experiencia y estas líneas pueden ayudar a alguien para que se anime a salir y levantar el dedo, pues me alegraría mucho de verdad.
Cracovia no defrauda, pero a mi me pareció una ciudad rara, extraña. Aquí las maquinas de coser se utilizan como mesas.
Por las calles te encuentras escenarios de películas. (Escena de la película La lista de Schindler, del director Steven Speilberg, deja de leer y coooorre a verla si aún no la has disfrutado.)
Y la gente le hace fotos a los buzones.
Una ciudad rara y extraña, donde en cada esquina hay música en directo, artistas callejeros que hacen de tu visita a la ciudad una película con la mejor banda sonora.
Una banda sonora perfecta para bailar sin que nadie se extrañe, porque aquí, todo lo raro es normal.
Sinceramente, creo que la suerte esta de nuestro lado, no solo en el autostop sino también en encontrar a personas que nos den alojamiento a través de couchsurfing.
Creo que son ya 12 noches de viaje y todavía no hemos quitado el papel de regalo a la tienda de campaña, pero si es cierto que cada vez nos cuesta más y más que alguien te acepte en su casa.
Más de 40 mensajes enviados y solo una respuesta positiva, la de Fatih. Un joven trabajador que emigró de su Estambul natal para trabajar en la renovada Cracovia.
La única persona que nos dejó acompañarle en su humilde apartamento de una única habitación.
Por un minuto me planteé seriamente en ir hasta Auschwitz en autostop. Luego pensé.
Pensé que más del 95% de las personas que lo visitan son turistas, y los turistas no van en coches particulares.
Seguramente algún día, en algún momento hubiéramos llegado, pero quizá las puertas ya estarían cerradas.
Desde que llegamos allí la historia se empezó a retorcer.
Pero vamos por partes.
En este tipo de viajes hay que pensar muy bien las cosas, pero aún pensando mucho, todo se puede torcer y salir mal.
La genial idea era no volver a Cracovia, porque regresar allí suponía no tener un techo donde pasar la noche.
La cantidad de rechazo en el couchsurfing y no querer molestar mas al bueno de Fatih nos hizo plantearnos cambiar de ciudad.
Ese lugar fue Katowice, solo a 36 kilómetros de Auschwitz, una ciudad cercana desde donde volveríamos a retomar el viaje.
La estrategia salió perfecta, dicen que si quieres obtener resultados distintos no hagas siempre lo mismo.
Así que en vez de seguir enviado mensajes a la gente de Cracovia, empezamos a enviarlos a las personas de Katowice.
Aleksandra aceptó nuestra propuesta a cambio prepararle una comida típica española.
Así que con mucho gusto le prometimos la segunda tortilla de patatas del viaje.
Primer tema resuelto. Siguiente punto: campo de concentración de Auschwitz.
Durante el viaje siempre llevo una navaja encima, no para defenderme sino para cortar fruta o cualquier otra cosa.
Bueno, ya no la tengo. Creo que soy la primera persona que intenta entrar a Auschwitz con un arma blanca. Nunca olvidaré la cara de la chica de seguridad cuando me vio dejar eso en la caja para pasar el control de seguridad.
Pero anécdotas a parte, Auschwitz es un tema complicado, muy complicado.
Es un lugar que no se disfruta, todo el tiempo sufriendo, aunque seguro que ni la mitad de lo que padecieron las personas que pasaron por allí durante la guerra.
No me apetece escribir más sobre él, pero creo que es necesario visitarlo una vez en la vida, pero solo una.
Tercer punto.
¿Cómo llegamos hasta Katowice?
Si hemos llegado hasta allí en autocar, en autocar nos tenemos que ir. Así de claro.
Así de claro era hasta que nos dimos cuenta que no había ni autocares ni trenes hasta Katowice.
La única opción era ir en un mini bus que pasa por todas las paradas de Polonia y encima salía a las 8 p.m. de allí.
Teniendo en cuenta que habíamos quedado para preparar la cena con nuestra couchsurfer y que aquí a las siete y poco ya han acabado el postre. Llegábamos tarde.
Teníamos hora y media por delante, así que intentamos hacer lo imposible.
Nos acercamos a la oficina de información del campo para que nos dijera que lugar era mejor para hacer autostop.
Yo creo que no se lo tomó en serio, pero muy simpática ella nos hizo hasta el cartel.
Los autobuses de turistas eran el doble que coches pero ahí estábamos nosotros con una sonrisa, un cartel y un dedo arriba.
Un buen rato saludando coches estuvimos hasta que decidimos que dormir al lado de ese sitio no es una buena idea y que lo mejor era coger el mini bus y dormir bajo techo.
Aleksandra tenía ganas de tortilla, nada más llegar nos sorprendió con los ingredientes encima de la mesa.
Nosotros, con mucho gusto, le dimos a probar la comida típica española.
Como sabemos, el plan es que no hay plan, el guión lo hace el camino y lo escrito lo vivido.
De momento las ciudades capitales y la bonita de Cracovia nos han hecho el camino, pero… ¿y ahora qué?.
¿Alemania, Republica Checa o seguimos visitando Polonia?
Alemania está muy lejos aun, nunca he estado en Praga y me gustaría ir, pero tendríamos que cruzar toda la Rep. Checa en un día para llegar a ella. De Polonia me han hablado bien de la ciudad de Wroclaw y además está de camino.
Seguir por Polonia sería decir adiós a Praga, pero cruzar toda Chequia en un día lo veo imposible.
Así que después de pensar en alto todavía no sabemos que hacer.
¿Arriesgarnos con Wroclaw dejando Praga o ir a Brno, hacer noche y luego llegar a Praga?
Por supuesto que cualquier ayuda es bienvenida.
Adriana
Posted at 10:20h, 25 julioEn la ciudad de Timisoara, en Piata Revolutie, también hay bares con mesas de máquinas de coser