Amigos en España. #14 - www.SiguienteViaje.com
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Amigos en España #14

El final, ese momento que todo el mundo espera.

Hay muchos tipos de finales, alegres, tristes, inesperados, pero…¿y dejar algo sin final? ¿es posible? Seguramente si.

Siempre antes de un final hay un principio y el principio de esta historia nos lleva donde lo dejamos la última vez.

Estábamos en Montpellier, en casa de Quintin junto con 7 personas más. Si escribo algunas líneas sobre lo que pasó es porque aprendimos mucho sobre el couchsurfing.

El couchsurfing nació como un intercambio de culturas a cambio de dar hospedaje a alguien en el sofá de casa.

Cocinar es un intercambio, enseñar tu lengua es otro intercambio, etc…

Pero en las más de trece personas que hemos estado durante el viaje nunca nos habíamos encontrado con un intercambio de culturas como el de Quintin.

Él no quería que le cocinaras nada, ni quería aprender un nuevo idioma, él solo quería que viviéramos su vida, que conociéramos a sus amigos, que visitáramos su ciudad y que hiciéramos todo lo que hace él.

Así que para hacer todo eso, sacó de un cuarto cinco bicicletas y allí nos fuimos todos a dar una vuelta para aprender sobre Quintin y su vida.

Más de un mes pasaría con él, pero nosotros teníamos que seguir. La meta para hoy era llegar a la ciudad de Perpiñán, y para eso teníamos que recorrer 150 kilómetros.

150 kilómetros que a priori eran fáciles, digo a priori porque lo que no tuvimos en cuenta es que era el primer sábado del mes de agosto.

Hemos hecho autostop en áreas de servicio, en arcenes de autopistas, en carriles de aceleración pero nunca, lo habíamos hecho en un peaje.

He descubierto que hacer dedo en los peajes no me gusta, la gente tiene prisa por salir de ahí y están más preocupados por los coches de los lados que por mirar el cartel que teníamos.

Pero hoy no había mejor lugar, pero bien lo tuvimos que hacer porque en 10 minutos paró un chico que nos llevó 4 kilómetros.

Los 4 kilómetros que más alegría me han dado.

Resulta que el chico nos llevó hasta una área de servicio, y ahí, si que se nos da bien hacer autostop.


Bueno, se nos daba, porque hoy solo veía pasar a familias con hijos. Dos horas y media saludando a niños pequeños estuvimos.

Ahí fue cuando nos dimos cuenta que era sábado, el primero del mes de Agosto.

Cuando ya pensábamos en cambiarnos de sitio, apareció una pareja, la única que no tenia hijos, y por lo tanto, tenia espacio suficiente para poder llevarnos.

Nos llevaron hasta Narbone, una ciudad a 75 kilómetros aproximadamente, pero había tal cantidad de coches que un trayecto de una hora se convirtió en uno de más de dos.

Y de área de servicio, a otra área de servicio, y de estar más de dos horas esperando pasó a solo 20 minutos.

Un chico joven vio el cartel con destino Perpiñán y se animó a llevarnos.

Nosotros estábamos convencidos que nos llevaba al centro de la ciudad, la sorpresa vino cuando nos dejó en una rotonda con 3 salidas.

Una para volver para atrás, otra para ir al centro de la ciudad y la última dirección España.

Siete de la tarde, sin casa donde dormir. La esperanza de encontrar un techo había desaparecido y buscar un lugar cercano donde acampar no era mala idea.

Pero menos mal que no la llevamos a cabo, decidimos hacer un nuevo cartel, pero esta vez, con un solo nombre: España.

Pocas esperanzas tenía de que alguien nos recogiera, pero mientras haya una carretera y mientras por ella pasen coches, todo puede suceder.

Sandra fué la elegida. Era de Escocia pero se había venido a Francia por amor. Un amor que la estaba esperando en la frontera, ya que era un policía que trabajaba en el borde del país.

Había hecho autostop de joven y conocía perfectamente los mejores lugares donde hacerlo. Nos dejó en el último peaje del país, a 15 kilómetros de poder cruzar a España.

Vista la hora que era, decidimos dejar la frontera para otro día y empezar a buscar un lugar donde dormir.

Ese lugar resultó ser una pequeña explanada justo al lado de una vía de tren. Lugar perfecto para montar la tienda de campaña por tercera vez y despedir el día.

No me voy a volver a quejar de dormir al aire libre, es más, creo que si el sitio es bueno se puede conseguir pasar una buena noche.

Nosotros teníamos el sitio perfecto, pero el tiempo no era el indicado. Los rayos y los truenos fueron nuestro despertador y antes que empezara a llover recogimos la tienda poniéndonos a cubierto debajo de un puente.

Rozaban las 6 de la mañana, el sol aún no se veía y la noche era oscura. La gotas de agua empezaron a caer mientras la luz del día cada vez era más intensa.

Ahí y de esa manera, vimos amanecer el que podría ser el último día de nuestra aventura.

Para llegar a Barcelona aún nos quedaban unos 180 kilómetros y lo más importante, nos quedaba cruzar la frontera a España.

Justo en el punto que nos recomendó Sandra el día anterior comenzamos hacer dedo.

Otra vez otro peaje, era temprano, los coches pasaban a cuenta gotas y la amenaza de lluvia seguía presente.

Un chico joven que venia a visitar España, no para hacer turismo si no para comprar tabaco, fue la persona que nos hizo los 20 kilómetros hasta llegar a La Junquera.

El tiempo era el mismo, seguían las nubes en el cielo pero todo era diferente. Los carteles ya no estaban en otro idioma, entendía a la gente cuando hablaba, la mayoría de los coches tenían una E pequeña delante… sí, estábamos en España.

Y en España tenemos amigos.

Nos han pasado cosas raras durante el viaje, casualidades que si lo volviéramos a intentar nunca sucederían, pero lo que nos pasó aquí tiene el primer premio.

Estábamos en la entrada de la autopista dirección Girona y Barcelona, justo a la salida de una rotonda. No era un buen sitio para hacer autostop, pero era el único.

Llevábamos poco tiempo, diez minutos como máximo, cuando de repente frena delante nuestro un coche azul, nos acercamos para hablar con el conductor cuando me doy cuenta que la cara del acompañante me resultaba familiar.

¡Increíble! ¿Cuántos amigos tengo que crucen la frontera de Francia a España al año? ¿Y que lo hagan el mismo día y a la misma hora que nosotros?

Pues no se si es el destino, la casualidad, la suerte o algo que no se pueda explicar, pero ahí estaba Jessica y su novio Héctor.

Estaban de viaje por Europa en coche y ya regresaban a casa cuando nos vieron y no dudaron en parar su coche para recogernos.

Todavía sigo incrédulo al escribir estas líneas. Jessica estudió el bachillerato en el mismo instituto que yo y la casualidad también ha querido que nos acercaran 70 kilómetros hasta la bella ciudad de Girona.

Todos sabemos que el final del viaje se acerca, pero ahora sé que las sorpresas nunca van a dejar de estar presentes, ni en este viaje, ni en todos los siguientes.

A Jessica y a Héctor darles miles de gracias por los 70 kilómetros más cómodos de todo el viaje y que sigan viajando en coche, por que quien sabe, quizá nos volvamos a encontrar con un cartel en la mano.

Después de esta increíble historia que nos ha llevado a Girona, hemos decidido quedarnos la última noche en esta ciudad y mañana hacer los últimos 100 kilómetros hasta la capital catalana.

De momento estamos dentro de una historia sin final, pero este no es el final de la historia, eso viene después, quizá mañana, pero como hemos aprendido hoy, todo está por escribir y por vivir.

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